... ser “un menor” no significa ser “un ser menor”.
Desde que comenzó el decreto del estado de alarma en España, el 14 de marzo de 2020, 8,3 millones de menores de edad se vieron obligados a permanecer en sus casas, encerrados, hasta el 27 de abril. 43 días. La mayoría sin pisar para nada la calle, mientras que los adultos podíamos hacer la compra, pasear al perro o bajar la basura.
Las condiciones para los niños y niñas en España han sido las más duras del mundo, seguidas por Italia, ya que en países como Francia o Alemania podrían salir con restricciones.
El miedo a lo desconocido ha demostrado, una vez más, lo fácil que es catalogar a la sociedad. En este caso, a aquella no productiva económicamente, vulnerando los derechos fundamentales de estas personas. Etiquetas que aíslan e invisibilizan. A los más pequeños les tocó la de "especialmente contagiosos" o "vectores de transmisión", a las familias la de "irresponsables" dando por hecho que era más seguro ir a por tabaco que pasear a solas con un menor, a los ancianos y enfermos la de "vulnerables", tanto que, para protegerles, muchos de ellos acabaron muriendo en la más absoluta soledad.
Puesto que el miedo nos ayuda a sobrevivir como especie, deberíamos replantearnos muchos de los límites éticos de la nuestra.